JOHN LE CARRE NOS DEJA EL LEGADO DE LOS ESPÍAS.

Querido John

Rememoro como se empezaban las cartas y aquí se la dirijo a John le Carre (David John Moore Cornwell). Tengo y he leído buena parte de sus novelas, pero mi preferida es El espía que surgió del frio. De muchas se han hecho películas, la mencionada, y La chica del tambor, La casa Rusia, El topo, El jardinero fiel, y también adaptaciones en series televisivas.

El actor Alec Guinness (1914-2000), fue el George Smiley en las adaptaciones cinematográficas de las novelas en que aparecía este personaje. No era el arquetipo de espía a lo James Bond ni mucho menos. Concienzudo, tristón, individualista, sin especial atractivo físico. Buena persona, algo difícil de decir de un espía. Actor y escritor tuvieron una buena amistad.

John le Carré, nacido en 1931 murió en diciembre de 2020. Uno de sus hijos, Tom, seleccionó su correspondencia que se publicó en 2022 con el título de A private spy.  Editorial Planeta lo ha publicado en español en 2023 como Un espía privado. Cartas de John le Carre. Su hijo Tom lo dejó acabado, pero falleció repentinamente en 2022 poco antes de su publicación. Es un volumen de 710 páginas con cartas a editores, autores, amigos, compañeros, familiares y en ellas se refleja la personalidad del autor y el estado del mundo en la época que le tocó vivir.

Aparte de como escritor, admiro su compromiso social. Su padre, Ronnie, entre otras cosas, fue farsante, estafador, lo que diríamos un “viva la virgen”. La madre incapaz de soportar una vida de estafa, y malos tratos los abandonó, los hijos, Tony y David podrían tener 5 y 7 años.  David (le Carre) no se reencontraría con ella hasta 16 años después.

Le Carre tuvo una larga vida, 89 años, y una obra prolífica. Poco amigo de entrevistas ni de ir a presentaciones de libros para promocionar las ventas, aunque se tuvo que someter a las demandas editoriales. Tampoco era adicto a condecoraciones. Uno de los que aceptó fue en 2020 el Premio Olof Palme y entregó la dotación de 100.000 dólares a Médicos sin Fronteras.

Estudió en la universidad de Berna y en la de Oxford, buen conocedor de la lengua y literatura alemanas fue captado por el Servicio de Inteligencia Británico, MI6 y destinado a una Alemania en construcción camuflado como miembro del Foreign Office. Estuvo entre 1960 y 1964 y cuando lo abandonó para dedicarse totalmente a la escritura.  Quizá sea la época más nebulosa de su carrera. Pero le sirvió para documentar en sus novelas los entresijos, sectarismo, intereses, doble rasero y otros adjetivos que, al parecer, son moneda “necesaria” en esos servicios para la sacrosanta seguridad nacional en cuyo nombre se perpetran y ocultan auténticas barbaridades. Una muestra es El espía que surgió del frío.

En su primera novela primera Llamada para el muerto, introduce a George Smiley que protagonizaría varias de sus obras.

Además de una extensa cultura, le Carre era buen conocedor de la política y problemas internacionales y los trata en sus libros; Israel, con La chica del tambor, Rusia, la Casa Rusia, África con El jardinero fiel, una declarada crítica a las farmacéuticas y su forma de probar sus medicamentos en esos países, así como a la complacencia política.

Paco Camarasa, el añorado librero de Negra y Criminal y el mejor conocedor de la novela negra, en su libro Sangre en los estantes incluye a John le Carre y observa en Smiley los temas perennes del autor; traición, doble juego, degradación de las instituciones y la conversión en burócratas de quienes habían sido luchadores. Añade que en la Guerra fría los espías ya no eran brillantes, seductores e inteligentes. Eran solitarios y poco a poco se fueron imponiendo las organizaciones, con su jerarquía y su burocracia.

Israel. En 1982 escribió a un amigo “Acabo de volver de Beirut tras un largo encuentro con Arafat. Luego al Sur Profundo; Tiro y Sidón y el paisaje destrozado. Dentro de unos años, alzaremos un monumento a los palestinos”. En otro momento “Sabra y Chatila, visiones del Hades”. Y sobre La chica del tambor “la naturaleza irreconciliable del conflicto árabe-israelí”.

Rusia. Visitó varias veces Moscú, ciudad por la que sentía una gran atracción, pero dijo que rechazaría cualquier invitación de la Unión de Escritores Soviéticos mientras esa institución aprobara el encarcelamiento de sus miembros.

En Irán el ayatola Jomeini lanzó una fatua contra Salman Rushdie instando a los musulmanes a que mataran al escritor por sus Versos satánicos.  Le Carre no comprendía que Salman no retirara el libro. Murieron personas en la India y en otros países, bombas en librerías, disparos a editores. Decía “cómo puede un hombre cuyo libro, por retorcidas razones ya ha causado tanto derramamiento de sangre, empeñarse en arriesgar más”.  “La libertad de expresión no es un derecho divino. Está restringida por los prejuicios, las concepciones de moralidad y las percepciones de la decencia”. Se nos invita a creer que la publicación de bolsillo es más importante que las vidas de esos hombres y mujeres…”

Es un tema espinoso del que tenemos experiencia en varios países. En París en enero de 2015 tuvo lugar el atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo. Los asaltantes mataron a doce personas y hubo muchos heridos. Se identificaron como pertenecientes a Al Qaeda en la península arábiga. La excusa, insultar al profeta Mahoma. También en París, en noviembre de 2015 en varios ataques terroristas de la organización yihadista Estado Islámico murieron 130 personas y 415 resultaron heridas. En bares restaurantes y en la sala de conciertos Bataclan.

El fin de la guerra fría impuso un cambio en la temática de le Carre. Camarasa sostiene que el autor siempre nos alerta sobre realidades. Ahora es normal hablar de mafias rusas y blanqueo de dinero, pero fue le Carre quien lo hizo en 1999 en Single &Single. También se metió con el capitalismo más salvaje y el juego de la industria farmacéutica en El Jardinero fiel y con el terrorismo islámico y el recorte de las libertades por parte de los servicios secretos de los diferentes estados. John le Carre es un moralista, dice Paco, un pesimista. “No espera nada, pero no puede dejar de seguir denunciando, siempre con un estilo propio”.

En 2015 gobernando Angela Merkel Alemania acogió cerca de un millón de refugiados. A este propósito, le Carre escribe … “Alemania, ejemplo para el mundo por su corazón abierto y por la grandeza de su gesto. Suecia en un segundo puesto, y mi gobierno, pequeño, triste, manipulando y de hecho envenenando a la opinión pública… Y por otro lado vuestros avestruces trumpistas y nacionalistas ensañándose contra estos inalemanes tan sucios…”.  “Y ahora bombardeamos Siria para vengar el derramamiento de sangre europea tras haber dado sistemáticamente la espalda a las consecuencias de nuestra desastrosa intromisión”.

En abril de 2018 en una carta a un periodista amigo “Mi reacción ante el panorama político es vehemente, odio el Brexit, odio a Trump, temo que se produzca en todas partes un auge del fascismo blanco y me tomo la amenaza muy en serio; el ansia de conflicto es omnipresente entre nuestros pseudodictadores”. 

En 2019 solicitó la ciudadanía irlandesa alegando que su abuela lo era. Una forma de protestar, entre otras en las que participó, contra el Brexit, al que calificó de decisión terrorífica.

Su hijo Tom, manifiesta la incomodidad de su padre con los políticos ingleses y, aunque aceptó premios de Francia, Alemania y Suecia rechazo los del Estado británico, así como distinciones políticas y reales. El primer ministro Blair era un archisofista y un mentiroso intuitivo, Boris Johnson un patán de Eton y Trump un egomaniaco. “Nuestros políticos son de segunda, mediocres”. De Tony Blair escribe a Tom Bower autor de Vows: Tony Blair, the tragedy of power 2016, “has transmitido la convergencia de decisiones que se imponen a cualquier primer ministro… la mezcla aleatoria de lo trivial y lo monumental y la incapacidad de Blair para distinguir una cosa de la otra … He encontrado al Blair que quería encontrar: orador hábil, mentiroso creíble e intuitivo, autoengañado, se ama a sí mismo, se sirve y se perdona a sí mismo”.

En 2020 en otra de sus cartas ”Gran Bretaña está en manos de trumpistas de extrema derecha… Los periodistas sospechosos de simpatías poco recomendables son excluidos de las ruedas de prensa oficiales, no en el parlamento del pueblo, sino en el número 10, en terreno de Johnson. La cobardía y la intimidación van de la mano y a Johnson se le dan muy bien ambas. Los demócratas de Estados Unidos están haciendo el ridículo. Putin se está autodesignando gobernante vitalicio, así que parece que vamos a tener una década espantosa” “¿Dónde están los hombres y mujeres que dan la cara, dónde está su voz y dónde está el apoyo a la Resistencia?”

”La mayoría de propietarios de periódicos no están dispuestos cruzar la calle a menos que esté cerrada al tráfico y la notificación D-notice y las amenazas que trae consigo resultan del todo eficaces…” (D-notice es el medio por el que el gobierno británico comunica que por motivos de seguridad nacional una noticia no puede hacerse pública). En una entrevista, “el 80 % de los medios británicos está en manos de paraísos fiscales y grandes oligarcas”.

Extraer párrafos de un texto tiene el inconveniente de que se obvian los contextos de donde provienen y puede parecer, con razón, que no se es objetivo pues quien lo hace barre para casa, en este caso para las propias convicciones. Pero lo que se expone son extractos literales y expresan el sentir profundo de quien lo escribió originalmente, John le Carre.

El último capítulo de Un espía privado se dedica al confinamiento. Hay una explicación introductoria de su hijo antes de las cartas. Las últimas a amigos y familiares, van desde el 26 de abril al 25 de noviembre de 2020. Falleció el 12 de diciembre de ese año. Sabiendo esa fecha final fui leyendo esas últimas cartas con la sensación de quien asiste a una agonía. Ciertamente el autor conocía su estado, pero había altibajos y manifestaba la idea de reunir a la familia por Navidad y seguir con la escritura que llevaba entre manos, tenía proyectos.

En cada carta, de abril a octubre de 2020 yo iba pensando ya le queda poco y era mi despedida emocionada y triste. Su vejez se enfrentaba al cáncer, que no fue la causa de su muerte. Una caída obligó a su hospitalización y finalmente una neumonía. Su esposa Jane, también padecía cáncer y murió en febrero del año siguiente. Fueron 50 años de amor, compañía y vida no exenta de infidelidades por su parte. Estuvieron hospitalizados a la vez, pero en distintas salas; era tiempo de Covid.  Ella murió en su casa de Cornualles de la que él habla continuamente en sus escritos.

John muchas gracias, por haber existido y por tu gran legado literario y ejemplo de generosidad y activismo social.