¿POR QUÉ ARRUINAR LO QUE ES BELLO?
La astronomía cuenta con numerosos adeptos amateurs entre el público, como también la meteorología, ambas, ciencias muy relacionadas. La afición a la astronomía en sus múltiples aspectos y con una gran dedicación al Sol arranca desde tiempos antiguos. Son numerosas las culturas con templos dedicados a él y dioses que los personifican.
Hace pocos días, en nuestro hemisferio hemos entrado en el solsticio de verano. Venus nos acompañará en el amanecer, y Marte, el planeta guerrero, desde mediados de agosto. Por las noches, todo el verano serán Júpiter y Saturno. Un privilegio para quienes puedan observarlos. Los astrónomos y meteorólogos son de gran ayuda para la observación, en los lugares adecuados, claro.
La Agrupación Astronómica de Sabadell anuncia el próximo eclipse total de Sol el 4 de diciembre, pero para contemplarlo en su mayor extensión habrá que desplazarse a la Antártida y lo harán. Tuve la oportunidad de viajar con ellos al que tuvo lugar el 29 de marzo de 2006 en Libia y es algo impresionante.
Mucho más cuando previamente te han ofrecido todas las explicaciones para disfrutarlo y emocionarte. Y, como cada año, tendremos la lluvia de estrellas de las Perseidas hacia mediados de agosto. Foto Wikipedia
El solsticio de verano ha seguido durante épocas remotas rituales de diferente signo, casi todos relacionados con el fuego practicado por las diversas culturas y civilizaciones comunicando entre otros, magia, amor, predicciones, etc.
Stonehenge, monumento megalítico, en Wiltshire, Inglaterra es un lugar al que acuden cientos de personas para contemplar la salida Sel sol. Este impresionante conjunto arqueológico es patrimonio de la humanidad.

Entonces, por qué arruinar la magia de esa tradición, con prácticas molestas y aberrantes. La contemplación del fuego, del crepúsculo y de la salida del sol provocan sensaciones íntimas, compartidas o solitarias que crean un sentimiento de unión con algo superior a nosotros, y no se trata de religión. Pero, para muchos, se ha convertido en la ocasión de irrumpir de la manera más aviesa, con ruido, el de los petardos. Como si durante el año en las ciudades no lo estuviéramos sufriendo a todas horas. Es una verbena, hay que beber, bailar, y lanzar petardos que atruenan el espacio, nuestros oídos, los cristales de los hogares. Y provocan pánico en muchos seres.
Es estupendo que la juventud salga y se divierta, pero puede hacerse sin molestar. El ruido de los petardos es una auténtica agresión, me gustaría saber si los responsables municipales o a quien corresponda, controlan que el nivel de decibelios de esos artefactos es inferior al y permitido. Y no vale decir que es un momento; es toda la noche de San Juan y días antes y después, además de las fiestas mayores de los distintos barrios.
Lo que sigue es de mi amigo Pere, de Caldes pels animals, “menores, jóvenes, adultos con autismo, epilepsia, ansiedad, hiperacusia, enfermos de Alzheimer sufren por el ruido de los petardos estrés y crisis de ansiedad que en ocasiones requieren hospitalización. Los animales que comparten nuestras vidas y los ferales, todos tienen una sensibilidad auditiva muy superior a la nuestra. Y perciben esas explosiones como peligro llegándoles a producir ataques de pánico, paros cardíacos y atropellamientos en su huida. Las aves resultan muy afectadas.
Es preciso rechazar esas prácticas estruendosas y substituirlas por otras que alegren las fiestas de manera divertida a la vez que solidaria y consciente”
