María José, ayer tuve una parte de ti en mis manos, estabas repartida entre quienes nos encontramos para reencontrarte y estrecharte con nuestros sentimientos. Te arrojé, como hicieron los demás, en ese pequeño riachuelo que baja formando una minicascada desde la montaña, en Mollo, el lugar que tanto te gustaba y pasabas veranos. Tor estaba junto a nosotros, lance tus cenizas al agua y él miraba la mano donde yo te tenía y giraba en el agua donde te esparcíamos. Te acompañó en ese momento en que estábamos quienes más querías, Alex, tu hombre, Irene y Gemma, tus hijas, Carmen tu hermana y Juan su marido y mi hermano. Estábamos nosotros solos.

Y regresaban tantos recuerdos. Ellos tenían muchos más, claro pues habías compartido tu vida con ellos. Yo los cumpleaños de tus hijas, algunas excursiones y las fiestas navideñas. Y ¡vaya excursiones!, siempre eras tú la que llegabas más lejos cuando a los demás íbamos jadeantes, solo Tor te adelantaba esperando tus caricias.

De las fiestas navideñas recuerdo la última en tu casa, el día de Reyes, faltaban pocos días para que emprendieras ese otro camino que te apartaba de nosotros. Cocinaste para todos y recuerdo que te luciste también con unos buñuelos de bacalao que hiciste al momento, para que los disfrutáramos recién hechos. Todo esto se podría pensar que no tiene importancia, pero no es así, era una rutina esperada, con toda la familia en ese ambiente relajado y cordial que llenaban unas cuantas horas con palabras, risas, amor cariño y amistad. Son esas cosas las que conforman también y mucho la vida.
Me regalaste una vez un jarrón con un ramo de flores preciosas, eran de silicona y por eso están todavía como el primer día. Las tengo en un lugar alto y cada vez que las miro pienso en ti. Han pasado 5 años, el tiempo corre más que nosotros. Eras muy joven todavía para irte, superaste otros males y tenías tanto impulso, tanta vitalidad para tirar adelante que ni la enfermedad conseguía amilanarte. No escogemos cuando nacemos ni cuando morimos, salvo en algunos casos. Te queremos decir que estás en nuestra memoria y en nuestro corazón. Pienso en unos versos para adornar tu recuerdo.

Éste de Rosalía de Castro:
…En la tierra, en el aire, en el cielo,
te hallaré, me hallarás.
No puede acabar lo que es eterno,
ni puede tener fin la inmensidad.
Y una parte de esa hermosa canción, Mediterráneo:
… mi cuerpo será camino,
le daré verde a los pinos
y amarillo a la genista

Y es que ahora, eres tierra y la tierra es vida y tú estás diseminando la tuya en el agua purificadora y necesaria y en la tierra que nos sostiene. Amb tu Maria Josep, ho saps.
