Creo haber leído bastante a lo largo de mi vida, desde aquellas primeras novelas de José Mallorquí, que además emitían por la radio y que seguía atentamente, Lorena Harding, por ejemplo, y otras muchas. Durante un tiempo fueran denostadas pero lo cierto es que estaban muy bien escritas y contaban historias que te atraían. Y quien es capaz de hacer eso puede ser considerado escritor y sus obras tenidas en cuenta sin importar demasiado el juicio de los que se dicen expertos. 

Hay muchas novelas y libros de todo tipo que me han gustado y que recuerdo con agrado. Los conservo. Podría decir entre ellos el Cuarteto de Alejandría que me llevó a persuadir a un grupo de amigos para ir a aquella ciudad y recorrer los lugares que aparecen en el libro, el hotel Cecil, el lago Mareotis, la Corniche. Los viajes literarios tienen un encanto especial.

Pensando en libros que me hayan impactado estos días he recordado otro. El lector, de Bernhard Schlink del que se hizo una película. De qué manera recoge el autor el descubrimiento del amor y del sexo por parte de un adolescente, el drama de una mujer que participó directamente en una matanza nazi de gente refugiada en una iglesia. Y el secreto, que la avergüenza y le impide defenderse en el juicio posterior que la condena, cuando otros que hicieron lo mismo son absueltos.

Y ahora ha sido Lo que el día debe a la noche de Yasmina Khadra, ganador del Premio Pepe Calvalho en la BCNegra 2025 en Barcelona. No conocía a este autor, argelino, que toma el nombre de su esposa para evitar censura y problemas por su condición de militar, que más adelante abandonaría.

Es un relato desgarrador sobre la guerra, en este caso de Argelia para independizarse de Francia. Esa guerra sucedió tras ocho años, de 1954 a 1962, con una ingente cantidad de muertos, se dan cifras apabullantes, así

como tremendas torturas por parte del ejército y autoridades francesas durante todo el tiempo que duró la contienda. Pero en la novela hay mucho más, las vicisitudes de sus personajes durante los años anteriores y después, la escasa o nula consideración de los árabes por parte de las autoridades y población francesa que dominaba el país. Cierto que había de todo, árabes prósperos y franceses (ya nacidos en Argelia) justos. Pero el problema es común a la mayoría de colonias, India, Bélgica, África, etc.

Fotograma de La battaglia di Algeri, película de Gillo Pontecorvo, 1966

La novela en medio y pesar de la tragedia que viven sus personajes y el país es un canto al amor, a la amistad, a la reconciliación, sin que falten los celos, el rencor y finalmente la reflexión. Deja un poso en el corazón de lo que pudo haber sido y no fue con dos de sus personajes que te dejan con ganas de pedirle al autor que, por favor, les permita vivir su amor. Pero introduce el factor tiempo, el paso de los años y la perspectiva de las actuaciones que sucedieron a la independencia, abandono de lo que ha supuesto una vida, alegría, discordia, resentimiento y empuje para sacar el país adelante, cosa que realmente no sucedió como se esperaba. La historia del país da buena cuenta de ello. Las revoluciones casi nunca conducen a lo que en principió las impulsó. El bien más preciado que es la libertad queda de nuevo amordazada.

            Aunque hablo a partir de la traducción, el libro es un ejemplo poético en la descripción de sentimientos, paisajes y vicisitudes. El autor domina el relato con destreza amena, literaria y poética.

            Al final, no en la novela, en la vida, aún con las mejores intenciones el objetivo partidista acaba imponiéndose más o menos a la fuerza, que hay muchas formas de ejercerla, abriendo paso al deseo de poder, de dominio y a la corrupción.