Nada me retuvo. Me liberé y fui
hacia los places que estaban
tanto en la realidad como en mi ser,
a través de la noche iluminada.
Y bebí un vino fuerte, como
sólo los audaces beben el placer.

No creo ser audaz, pero he catado ese vino que me ha dado placer, que me ha embriagado. La vida se acabará, pero no se llevará el viento la luminosidad furiosa, amable, vertiginosa, que embarga el cuerpo, ese templo que nos proporciona el gozo de vivir y de amar. Arriba, abajo, en medio. En cualquier lugar, junto a las sombras asoma el sol resplandeciente que subyuga y envuelve, que arrastra hacia lo vivido y pone en los labios la sonrisa del recuerdo y en la boca el sabor del vino que nos embriagó. No fue un sueño, Alejandría, aunque lejana, se abrió camino y allí está.

Abriendo un libro de poemas encuentro unas páginas escritas a mano. Son de Maribel Arbiza, mi compañera de universidad, mi amiga. Cinco años de estudios, viajes, el primero a USA y Canadá (1974), el inolvidable de Londres, tú llevabas el dinero porque en Barcelona no había cambio. Todo el mundo aquel verano había querido ir a Londres. Tres días Raquel y yo sin encontrarte. Y cuando ya raspábamos lo único que nos quedaba para regresar te encontramos por la calle. Fue Londres, Gales, Escocia (1975) ¿qué año! Cómo nos ayudaron los curas y sus asistentas. Por la noche nos pusimos sus vestiduras. Hubo otros, Amsterdam (1976). Después, acabada la carrera te fuiste a Ibiza donde se me figura que sigues. Te hiciste hippy y, comprabas y vendías cosas, y a pesar de los años estoy segura que conservas aquella idiosincrasia.

Maribel, encontré tres hojas con tres poemas tuyos que aquí pongo porque me ha emocionado leerlos y recordar.

En el camino
En el camino del cansancio al sueño
se aflojan las compuertas del recuerdo.
Y entre las sombras regadas de silencio
surge la imagen de los labios besados solo en sueños,
del perfil acariciado desde lejos.
El espacio inmenso de los párpados cerrados
Se llena del deseo de ese cuerpo.
Y crece como ola gigantesca
Y explota entre las rocas del cerebro.
Y escapando de la mente se hace vida
hasta que un sollozo rompe la mentira.
Y solo es cierto el sabor de las lágrimas amargas
Y la penumbra de la soledad en calma.

Espacio vacío
Por el espacio vacío de mensajes viajeros,
se va condensando el eco de tu profundo silencio.
Callas, en voz, en mirada, en gesto,
en sentimiento.
Opacos los ojos de mirar esquivo,
cordiales las frases en renglones perfectos.
Paradas las manos, los dedos quietos.
Aséptico el trato.
Correcto.
La curva de tu sonrisa hará fundir este hielo.
Por eso, sentada en la sombra,
Espero.

Palabras de hombres oscuros
Conocer las palabras de los hombres oscuros
que crecieron con bruma
Y en silencio.
Percibir las miradas resignadas, sombrías,
de mujeres que perdieron su encanto
hace ya tiempo.
Rescatar de las cosas, del bullicio, del tedio,
los trocitos de clara, de limpio,
de sereno.
Modelar nuevamente las miradas perdidas,
los labios arrugados,
los ensueños resecos.
Guardar en un barril los colores siniestros
Y dejarlo rodar por la pendiente del tiempo.
Untar el día de brisa, de bosque, de misterio.
Esparcir la sonrisa de los niños pequeños,
de las mujeres dulces,
de los hombres sinceros.
Escarbar en la mente los rincones más negros
y colorear de verde los deseos.
Vibrar con un susurro, con un roce, un beso.
Sentir, con alguien cerca.
Sentir con alguien lejos.
Cantar cuando hace viento.
Llorar.
No hacerse viejo.